miércoles, 6 de julio de 2011

RENSHAW LA ULTIMA BALA


El Tour discurre ahora por las llanuras francesas. Son los días de los hombres más rápidos, pero para llegar a los últimos metros con espacio para acelerar, los Cavendish, Farrar, Hushovd, Petacchi y compañía necesitan de la labor de gente como Mark Renshaw (Bathrust, Australia; 1982). Un trabajo poco vistoso pero esencial y en el que no se bromea.
Renshaw es el encargado de lanzar y proteger a Mark Cavendish en los últimos metros del sprint, y es algo que se toma muy en serio. Tan en serio que el año pasado fue expulsado del Tour por extralimitarse en su función. En la etapa 11, mientras lanzaba a Cavendish, le propinó tres cabezazos a Julian Dean, su homólogo en el Garmin, que lanzaba a Tyler Farrar. Pero el australiano tiene claro cual será su labor este Tour: "Mi trabajo es mantener a Cav [Cavendish] lejos de los problemas y eso implica alejarle del camino de otros".
"No lo hace con mala intención, ni para hacer daño, viene de la pista y es como ha aprendido a defender su espacio", explican desde el pelotón. "Defendía su espacio vital", aseguró su jefe el mismo día. Además de los cabezazos a Dean, Renshaw tuvo tiempo de cerrar a Farrar y facilitar la victoria de Cavendish en la meta de Bourg-lès-Valence. "Si no me apoyo con la mano en Renshaw, me caigo", exclamó el norteamericano, que buscaba su primera victoria en la grande boucle y tuvo que esperar hasta este año. Pero su jefe no vio nada malo en la actuación del australiano. "Él hizo lo que pudo para evitarme problemas. Tengo suerte de tener a alguien capaz de hacer eso por mí. Mark maneja muy bien la bici y es muy fácil seguir su rueda", argumentó Cavendish, que la siguiente victoria en la ronda gala se la dedicó a su escudero. El culpable pidió perdón, pero no admitió que toda la culpa fuera suya. "Me considero un corredor limpio y nunca antes me habían multado o incluso amonestado" contestaba Renshaw a sus detractores; "Dean vino muy fuerte con los codos. Usé mi cabeza para equilibrarme y no provocar una caída".
A pesar de su rudeza, su poca simpatía y de que le gusta imponer el miedo en las llegadas, dentro del pelotón la gente respeta al australiano porque, como dice Cavendish, no trabaja para sí mismo. Su labor no es la de preparar la llegada, para eso, Cavendish prefiere a gente como Eisel. Renshaw es la última bala. El que derriba la puerta. El que infunde miedo en los rivales. El guardaespaldas más fiel. "Cuando está trabajando no tiene amigos", aseguran en el pelotón. Pero lo que más valoran sus rivales, es que podría luchar por la victoria y se sacrifica por alguien que es mejor, de hecho, no en pocas ocasiones llega el segundo tras el líder de su equipo, como en la última etapa del Tour 2009.
De joven, cuando daba sus primeras vueltas a los velódromos ya apuntaba maneras. En la pista cosechó éxitos importantes, ganó algunas pruebas de la copa del Mundo y se colgó la medalla de oro en los juegos de la Commonwealth en 2002 en la modalidad de persecución por equipos. Y, cuando en 2004 decidió dar el salto a la carretera, parecía que se podría convertir en un buen sprinter. A los dos años, ya estaba haciendo de lanzador de uno de los mejores sprinters, Thor Hushovd, y, en 2009 llegó a su actual equipo, donde entabló buena amistad con Cavendish.
En su labor es el mejor, y ante los rumores de que el ciclista de Mann fiche por el Sky el año que viene, pocos dudan de que no se llevará a Renshaw con él. Ya sabe que a la hora de la verdad no bromea.

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