lunes, 27 de julio de 2009

NUEVA GENERACIÓN


Alberto Contador celebró ayer, escuchando perplejo el himno de Dinamarca en los Campos Elíseos, lo que ni Luis Ocaña ni Pedro Delgado, dos de los padres fundadores de la historia de amor entre el Tour y el ciclismo español, pudieron conseguir. Ese logro es una segunda victoria en la carrera más importante del mundo. Hasta ahora sólo Miguel Indurain había llegado a tanto. El triunfo de Contador, otro paso hacia el panteón ciclista, el cuarto éxito seguido de un español en París, llegó tras una inacabable lucha en su equipo, el Astana, con su compañero Lance Armstrong, que acabó tercero, tras Andy Schleck.
Mejor que Ocaña, mejor que Perico. A Ocaña, una caída y el canibalismo de Merckx le impidieron ganar el segundo Tour; a Perico, un aún inexplicable retraso en el prólogo de Luxemburgo hace 20 años. Más duros incluso que aquellos percances parecen, sin embargo, los obstáculos que Alberto Contador debió superar, en la carretera y fuera de ella, para repetir victoria de una manera apabullante después del sorprendente e inesperado triunfo de 2007. e inesperado triunfo de 2007. Tan superior ha sido a sus rivales y compañeros en todos los terrenos, la montaña, la contrarreloj, que, seguramente, sólo una exclusión, como la que le impidió participar en 2008, habría evitado su victoria.
Su cuarto triunfo consecutivo en una carrera de tres semanas, registro en el que está imbatido desde 2007, es también el más claro. El Tour 2007, su primer gran éxito, obtenido tras la expulsión de Rasmussen, lo ganó por 23s sobre Cadel Evans; el Giro 2008, en el que participó sin apenas preparación, por 1m 57s sobre Riccardo Riccò; la Vuelta a España de 2008, por 46s sobre su compañero Levi Leipheimer. Su segundo Tour, que supone la cuarta victoria consecutiva de un ciclista español, lo ha logrado con 4m 11s sobre Andy Schleck, una ventaja que remite a las marcadas por Lance Armstrong.
Precisamente el tejano ocupó el tercer lugar del podio a sus casi 38 años. Sólo un corredor más viejo, el Raymond Poulidor de 40 años en el Tour del 76, ha subido al podio de París. Un logro extraordinario tras tres años de ausencia, lo que confirma que uno que ha sido capaz de ganar siete Tours seguidos no es precisamente un cualquiera. Es un fuera de serie en todos los terrenos. También en el de la soberbia. A la sombra del chico de Pinto en el podio, su comportamiento fue similar al que mantuvo dentro del equipo durante la carrera, que se empeñó en convertirla en una pesadilla para Contador, un campeón orgulloso, y muy seguro de sus fuerzas. Tercero, a 5m 24s de Contador, Armstrong dio la mano glacialmente al español, quien miró para otro lado, poco antes de subirse a su cajón. Después, cuando la organización intentó subsanar el error de hacer sonar el himno danés, con Contador en lo alto del podio emitiendo el himno español durante la entrega al Astana del premio al mejor equipo, Armstrong, que no quiso plantarse al lado del chico de Pinto ni siquiera en ese instante, se dedicó, gorra en la cabeza, a llevar divertido el ritmo del chunda-chunda con el trofeo en el muslo y a contarse chistes con el compañero ucranio Popovich. A Contador, con la prenda más deseada, en el lugar más envidiado el último domingo de julio, le afectó tanto como el posterior gesto del tejano, que se escapó por delante del grupo durante la tradicional vuelta de honor a la gran avenida de París entre la Concordia (la discordia, ahora) y el Arco del Triunfo. Así pasó Armstrong su primera derrota en el Tour.
El hombre que acabó con el mito de la invencibilidad del tejano, Contador, tiene 26 años, uno menos que los que tenía Indurain cuando ganó el primero de sus cinco Tours consecutivos. Este hecho, y la forma en la que ha progresado desde su irrupción en lo más alto en 2007 en todos aspectos que marcan la diferencia en las carreras de tres semanas -la fortaleza mental, la capacidad de recuperación física, la habilidad escaladora y la fortaleza contrarreloj- permiten vislumbrar un futuro único, más grande aún que el del navarro. Todos esos factores los ha hecho participar con fuerza en su segunda victoria, establecida en el hotel con su capacidad para aislarse de las provocaciones y seguir haciendo las cosas a su gusto, y en la carretera, con tres golpes mortales: la contrarreloj por equipos, la llegada en alto de Verbier y la contrarreloj de Annecy, donde su victoria mostró que sus progresos no han minado su principal característica, la de ser un Bahamontes, un Pantani, un escalador único.
A rueda de Contador se ha apoderado del ciclismo mundial una nueva generación, la de los hermanos Schleck, Nibali, Tony Martin, Kreuziger, unos corredores sobre los que el español parte con la ventaja de haber marcado el primero su territorio. También el Tour 2009 ha consagrado el increíble talento del joven sprinter Cavendish, el primer ciclista que consigue seis victorias en la centenaria historia del Tour de Francia.

viernes, 24 de julio de 2009

HA NACIDO UNA SUPER ESTRELLA


Cuando dos de la misma cuadrilla se disputan la misma amiga, uno de ellos acaba, inevitablemente, como cornudo, dice la sabiduría, o lo que sea, popular belga. Cuando Lance Armstrong intenta hacer de Lancelot como un poseso en el lago de Annecy, y a los 20 minutos de lo que cree una exhibición portentosa ve cómo un chiquillo de Pinto vestido de amarillo le recuerda que, por mucho que la tiente la reina Ginebra le seguirá siendo fiel, queda más bien con una cara de no enterarse de nada. Lo que es más doloroso, para el orgullo de un caballero, un campeón, que la cornamenta. "Me ha dolido muchísimo", escribió el tejano, quien, rival derrotado, claro, no felicitó a Contador, en su twitter.
Contador está en otra dimensión, y Armstrong, viejo voluntarioso ahora, aunque intentaba hacer creer que lo sabía, no se percató finalmente hasta que en el primer punto intermedio de la vuelta de 40 kilómetros al lago de Annecy, hasta cumplidos los 18 primeros kilómetros, los más llanos, los más favorables, no le dijeron por el pinganillo que perdía 27s con Contador. Fue enterarse y hundirse. "Me quedé sin gasolina. Debí de pagar los esfuerzos de ayer [el miércoles], supongo", añadió en su twitter, en alusión a la descomunal caza emprendida en la parte final de La Colombière y en el descenso hasta el Grand Bornand tras Contador y los hermanos Schleck. Contra toda lógica, visto cómo ha marchado el Tour, con Contador siempre superior a Armstrong en los territorios donde se marcan las diferencias, contrarreloj y montaña, el tejano pensaba que podía derrotarle ayer. Se basaba en los datos fisiológicos de la subida a Verbier, en la que Contador, pese a ganarle con claridad, desarrolló menos potencia media (417 vatios) que Armstrong (450). Contador tardó un par de minutos menos sencillamente porque pesa diez kilos menos, puede ir mucho más deprisa con menos motor. Pero en una contrarreloj llana como la de ayer, en la que sólo un puerto de tres kilómetros, "un repecho bonito", en palabras del de Pinto, rompía las largas rectas, los vatios absolutos, no los relativos al peso, son los decisivos. Y Armstrong aún puede más. O eso creía. O eso intentó demostrar sobre su magnífica bicicleta, pura rabia agresiva desde la primera pedalada en la Trek de cuadro amarillo decorado por Nara, niñitas boxeando, de ruedas turquesas con más dibujos de Nara.
Era de nuevo el Armstrong feroz, hambriento, de sus tiempos mozos. En dos bocados desalojó a Frank, el hermano mayor, de la tercera plaza del podio (le restó 35s en un plis plas). Corrió muy deprisa, pero más rápido fue Contador, que voló a 53 por hora en ese tramo. Armstrong fue a por más, sin embargo, hasta chocar con el vacío, con los músculos que se negaban a seguir contrayéndose a la velocidad que les exigía, con Contador, que, toc, toc, toc, decidido y tranquilo, martilleó el cuarto clavo en su ataúd. El primero, pequeñito, en Mónaco; el segundo, también simbólico, en Arcalis; el tercero, ya de grueso calibre y considerable longitud, en Verbier; el cuarto, el más dañino, el más inesperado, ayer.
Inesperado para Armstrong, porque Contador, hermoso con sus calcetines amarillos, ya sabía. Sabía que en Verbier no había dado el máximo, que aún podía ir más deprisa. Creía también que su rival ayer no era Armstrong, sino Cancellara, el coloso suizo que le había dejado en nada con uno de sus descensos excesivos en los Juegos de Pekín; el mismo Cancellara que le provocó en Mónaco -en la primera contrarreloj, en la parte de subida, Contador aventajó al suizo en 6s; en el descenso hasta el puerto del lujo, perdió 24s- la única frustración de este Tour al privarle un maillot amarillo que hubiera aclarado más aún las cosas en el Astana. Pero se equivocaba, en la nueva dimensión en la que se maneja con tanta soltura, con tanta soledad, tan soberbiamente, su rival era la grandeza. Pensando en el Cancellara amigo de machacarle cerró los dientes con rabia en el descenso final hacia la apacible Annecy desde una cima en la que aventajaba al panadero de Berna en 46s. Le quedaban apenas 12 kilómetros. En teoría, tarea fácil, pese a que el viento en contra había aumentado.
En la práctica fue quizás la prueba más titánica a la que se ha enfrentado en sus complicados días de julio. A tres kilómetros de la avenida de plátanos en que le esperaba el podio, la ventaja se había reducido a 15s. Era una lucha desigual, 62 kilos contra 80, 420 vatios contra más de 500, pero en la que finalmente la voluntad, el deseo, fue el combustible decisivo. Por 3s, Contador, que por poco se cae de la bici en su ansia por volver el cuello y ver en el cronómetro de la pancarta el tiempo final, ganó la contrarreloj. Y como hacía los días especiales, únicos, aquel que representa en España la grandeza máxima del ciclismo, como Miguel Indurain, y a quien asoció su imagen de ganador de contrarreloj de Tour vestido de amarillo, levantó el puño. Su segundo Tour está ahí: afrontará mañana el Ventoux, con más de 4m sobre Andy Schleck, más de 5m sobre Armstrong, dos que sólo pensarán en aguantar donde están.

jueves, 23 de julio de 2009

LANCE ARMSTRONG UN MITO QUE HA VUELTO PARA DAR GUERRA



En Les Arcs, a 2.000 metros, donde Indurain ganó su último Tour. Habitación con vistas, vaya vistas, al Mont Blanc. Terminada la etapa de los San Bernardos, Lance Armstrong recibe, sentado en un sillón de su hotel, a una decena de medios internacionales, para una charla de media hora. Atardecer en los Alpes.
Pregunta. ¿Cuál es su nivel en este Tour comparado con el de hace cuatro años?
Respuesta. El nivel como escalador no es el mismo que en 2004 o 2005, pero tampoco esperaba estar ahí. Aguanto bien, pero no voy tan rápido como solía. La clavícula rota no es una excusa, he tenido tiempo de recuperarme. Cambiaré mi entrenamiento en el futuro. No ha sido buena idea el entrenamiento en altura en Aspen, a 2.400 metros, demasiado tiempo sin poder pasar del 80% de mi capacidad. Y, además, las subidas no son tan empinadas como en Europa. No volveré a Aspen en junio el próximo año. Pero en las contrarreloj estoy más cerca. Alberto, de todas maneras, estuvo soberbio en Verbier, ascendió a una velocidad de 1.850 metros de desnivel a la hora, yo me quedé en 1.720, pero en cuanto a vatios yo desarrollé más, lo que me da esperanzas para la contrarreloj de Annecy.
P. ¿Le gusta Alberto Contador?
R. No le conozco bien. Nunca hemos tenido oportunidad de relacionarnos bien. Nos separan la lengua, la cultura, la falta de tiempo para estar juntos.
P. ¿Ha cambiado su relación con Alberto desde el domingo?
R. No, no ha cambiado mucho desde Verbier, sigue parecida. No ha habido un momento en el que se haya producido un cambio.
P. ¿Se ha sentido herido en algún momento por su silencio hacia usted?
R. Es difícil de decir. Probablemente yo habría actuado de una manera diferente. Si me pusiera en su lugar, en 1999 o 2000, cuando era joven y ambicioso, e Indurain hubiera venido a mi equipo, él seguiría siendo el líder del equipo, ¡es Indurain! No significa que vaya a ganar, pero es el líder porque es una leyenda.
P. ¿Lo suyo respecto a Contador ha sido como si alguien regresara del pasado para quitarle la novia?
R. Alberto es duro, comprometido, testarudo. Pero así es como hay que ser en el ciclismo.
P. ¿No cree usted que subestimó a Contador cuando anunció su regreso en mitad de la Vuelta pasada? No lo citó ni una vez en la entrevista de su anuncio.
R. No. Lo primero es que no estaba planeado anunciar mi regreso durante la Vuelta, cuando él era el líder. No queríamos descentrarlo, pero una filtración nos obligó a lanzarlo. No, no le he subestimado. Sabemos que es muy bueno, muy, muy bueno. Como reconocí después de la contrarreloj por equipos, no di el valor suficiente a los corredores del último Tour, fui injusto juzgando a Sastre y Vande Velde, entiendo que se mosquearan y ya les he pedido disculpas por ello. Pero Alberto... viendo su velocidad en la Vuelta, viendo cómo ganó el Giro sin haberlo preparado, llegando de vacaciones, eso no es una cosa fácil, en absoluto. Y Johan [Bruyneel] tiene la experiencia para ver cómo madura, cómo ha mejorado en las contrarreloj.
P. ¿Ya sabía entonces que sería su mayor rival para la victoria?
R. Sí, sí que lo sabíamos, sí. Y lo que hizo en Verbier no fue simplemente bueno, fue realmente bueno. Muy, muy bueno, casi imposible.
P. ¿Tan bueno como usted en 1999?
R. Muy rápido. Más que yo, casi como Pantani, que subía mejor que yo y que en aquel Giro escalaba a casi 2.000 metros por hora.
P. ¿Le ve en el futuro en el mismo equipo que usted?
R. No lo sé aún. Hay asuntos técnicos, de contrato con los kazajos. No sé.
P. Pero es difícil imaginar a ambos en el mismo equipo el próximo año.
R. Entiendo lo que quiere decir, pero habrá que esperar a ver.
P. En el nuevo equipo que está montando con Bruyneel, ¿asumirá más funciones que la de corredor?
R. No, seré simplemente uno de los dueños, pero no entraré en la gestión. No tengo experiencia.
P. ¿O sea, es una inversión económica?
R. Estoy corriendo gratis ahora, esto no tiene nada que ver con el dinero.
P. ¿Ha tenido ofertas de otros equipos?
R. No, y supongo que será que nadie se ha atrevido a acercarse, sabiendo lo cercano que estoy a Johan. Nunca correré para ningún otro director. Nunca.
P. ¿Se sintió mejor en el Petit Saint Bernard que en Verbier?
R. En Verbier cometí el error de responder rápido a todos los ataques, que me sacaron de punto. Pero en el Saint Bernard elegí dejarles irse y esperar a que alguien viniera desde atrás a llevarme adelante con pequeñas aceleraciones. Pero nadie vino, así que tuve que hacerlo solo.
P. ¿Cómo se sintió interiormente tras Verbier?
R. Bien, bien. No sé por qué, cuando regresé al hotel la gente esperaba verme maldecir, estar triste. Pero no fue eso, lo hice lo mejor posible. No fue tan horrible. No fue la primera vez que me pregunté para qué había vuelto a correr. Desde que volví sabía que iba a ser más duro de lo que esperaba. Sí, he ganado siete Tours, y nadie lo ha hecho, pero ganar el Tour a los 38 años también sería algo inaudito. Hay que entenderlo y respetarlo.
P. ¿Cómo habría reaccionado hace 10 años?
R. Habría mordido, habría sido horroroso.
P. El primer día de descanso dijo que no firmaría por una plaza en el podio, ¿lo haría ahora?
R. En la cima de Verbier ya dije que me daría con un canto en los dientes si acabara segundo.
P. ¿Quiénes le pueden sacar del podio?
R. Me está sorprendiendo Wiggins, pero temo más a Andy Schleck, que será más agresivo en lo que queda de montaña.
P. ¿Cree que su regreso, la necesidad de batirle, ha sido una motivación extra para Contador, que ha ganado ya tanto que puede que esté saciado?
R. ¿Saciado, Alberto? No, no creo, está realmente hambriento. Lo de la saturación es para la gente que se acomoda, que se vuelve perezosa, no para Alberto.
P. ¿Puede derrotar a Alberto, de todas maneras?
R. Creo que este año no, Alberto está súper, y estoy seguro de que rendirá igual de bien en la contrarreloj. Si evita cometer errores, que estoy seguro de que los evitará, nadie puede batirlo. El próximo año... Es otra historia. Este año, además, era más difícil porque compartimos equipo, tengo que respetarlo, no puedo atacarle, no puedo explotar sus malos momentos, si los pasa, pero si estuviera en otro equipo...
P. ¿Estará más fuerte en 2010, entonces?
R. Creo que sí. El problema no es la edad, sino los años que he estado inactivo, los tres años que hacía que no competía desde 2005. Al volver al pelotón era el primero en frenar en caso de duda, ahora soy casi el último, pero me faltan automatismos, el ritmo de competición, la recuperación... El problema no son los 38 o los 39 años que pueda tener. Así que creo que más viejo seré mejor.
P. ¿Lamenta algo de este Tour, aparte de no ganarlo?
R. Me sentó un poco mal no haber logrado vestirme de amarillo en Andorra. Habría sido una gran historia. Y la táctica del equipo habría cambiado, no lo habríamos regalado el día siguiente a Nocentini o a quien fuera.
P. ¿Fue un alivio Verbier, el comprobar finalmente que también podía ser derrotado?
R. Fue un alivio en el sentido de que finalmente encontré una respuesta a muchas incógnitas, a mi capacidad, a lo que podía hacer.
P. ¿No es una gran experiencia saber que no es perfecto, que no siempre ganará el Tour?
R. Bueno, ya vi algunas señales en el prólogo, en Andorra. Alberto estuvo muy bien.
P. ¿Nota una fractura cultural en el pelotón entre anglosajones y países ciclistas más clásicos, como italianos y españoles?
R. Lo que noto es al pelotón más cerca de mí este año. Me siento más ligado a los corredores. En la anterior etapa todo era pura relación laboral, no hablaba con nadie y nadie se atrevía a hablar conmigo. Y decía a los del equipo que no hablaran con nadie, a menos que tuvieran un intérprete de francés. Es diferente ahora. Me siento más parte del pelotón. Tengo una gran relación con los Columbia. No hablo mucho con los franceses, no por ellos, los ciclistas, que son buenos, sino por los directores, que parece que aún viven en los 70.