martes, 16 de febrero de 2010

LEGALIZAR EL DOPAJE



La distinción entre lo natural y lo artificial tiene límites difíciles de definir. No es natural, por ejemplo, lavarse los dientes. Usar cepillo y dentífrico es una costumbre muy reciente entre los seres humanos que la cultura ha descubierto como benéfica para mantener una dentadura libre de manchas y de caries. Demos un paso más: tampoco los productos químicos para blanquearse los dientes son naturales, pero a casi nadie le molesta que una muchacha luzca unos dientes resplandecientes, así se los haya enderezado con ortodoncia y blanqueado con peróxido de hidrógeno. Incluso es preferible un abuelo con caja de dientes a un abuelito desdentado.
A las reinas de la belleza no les prohíben participar en los concursos si se han quitado con cirugía una llanta de más en la cintura o si se han puesto con iguales métodos unos cuantos decímetros cúbicos en los senos o en la cadera. A algunas personas les molestan estas ayudas quirúrgicas, pero no dicen nada si se trata de una operación de nariz que no se nota o de una corrección de miopía con varios toques de láser en la córnea.
Aunque el dopaje no es una ayuda cosmética, puesto que hay drogas que efectivamente mejoran el rendimiento, también ahí es difícil definir las fronteras netas entre lo natural y lo artificial. Veamos, por ejemplo, el caso del hematocrito, que es el porcentaje de glóbulos rojos en la sangre. Es deseable que un atleta tenga un porcentaje alto de glóbulos rojos puesto que son éstos los que llevan el oxígeno de los pulmones a los músculos y el oxígeno es la gasolina del cuerpo. Al mismo tiempo, es también conveniente tener una sangre diluida para evitar trombosis. Hay una manera natural de aumentar el hematocrito: viviendo en alta montaña. Si uno se va a vivir seis meses por encima de los 3.000 metros, en un páramo de los Andes, acaba con un hematocrito de más del 50% cuando el normal a nivel del mar es del 40%. El mismo efecto que se obtiene viviendo a gran altitud se puede lograr inyectando una hormona, EPO. El método de la mudanza es permitido; el método químico, no, ni el de las autotransfusiones de sangre, pero esta decisión es caprichosa.
Hay dos motivos que se aducen para prohibir el dopaje: el primero es que es una competencia desleal, pues los que se dopan llevan ventaja a los que no; el segundo es que los deportistas ponen en riesgo su salud. Sobre lo primero puede decirse que con los deportistas de alto rendimiento el problema no es doparse, pues en general todos se dopan; el verdadero problema para médicos y entrenadores es cómo enmascarar el dopaje (con químicos que escondan químicos) para que éste no resulte positivo en los controles. A veces lo que hace que deportistas del primer mundo ganen a deportistas del tercero es que los del primero tienen técnicas más modernas no tanto de doparse como de no ser descubiertos en las pruebas.
Y en cuanto al peligro, como señalaba esta semana John Tierney en el New York Times, el riesgo de que estas drogas hagan daño a la salud de los deportistas es inferior al riesgo que corren por practicar deporte. Es decir, hay más riesgos fatales por boxear, jugar al fútbol o caerse de una bicicleta que por tomar hormonas que aumenten el tamaño de los músculos. Además, decía el mismo comentarista, "la sociedad acepta que se intercambie el peligro a cambio de la gloria" y los deportistas, con tal de triunfar, siempre han aceptado el riesgo y siguen escalando el pico más peligroso del Tíbet aunque uno de cada cuatro muera en el intento.
Dos de las revistas científicas más prestigiosas del mundo han puesto en duda la efectividad de los tests antidopaje y el verdadero daño que el dopaje hace a los atletas. Tanto para Nature como para The Lancet sería preferible legalizarlo y dar cuidados médicos abiertos a todos los deportistas para prevenir los verdaderos riesgos. La mayoría de los superhombres y las supermujeres que vemos triunfar en los Juegos Olímpicos han recibido algún tipo de ayuda química ilegal, pero éstas rara vez se detectan.
Nada más inútil que prohibir algo cuando el fraude no se puede controlar efectivamente y lo único que hay es una fuga hacia adelante para salir limpios en las pruebas. Muchos expertos empiezan a pensar que lo mejor es legalizar el dopaje y controlar sus efectos. En todo caso, dicen, por muchas drogas que se tome un atleta mediocre nunca conseguirá los resultados de uno grande. No es el dopaje lo que hace de Phelps un atleta extraordinario; es una mezcla de genes que lo favorecen con una disciplina de hierro que lo han hecho entrenarse cinco horas diarias durante los últimos 15 años. Aunque quizá tampoco la disciplina sea un mérito: es posible que ésta venga escrita también en nuestros genes.

SKY- EL CIELO NO ES EL LIMITE



"Hay que desmedicalizar el ciclismo", proclama sin ironía, seriamente, el médico de un equipo ciclista. Algunos conjuntos ya han comenzado la tarea convirtiendo a los médicos, hasta hace no tanto las estrellas en la base del rendimiento, en elementos secundarios. Su papel productivo han pasado a desempeñarlo otros profesionales también con formación científica. Son fisiólogos que planifican los entrenamientos y cuidan la alimentación, como Lim Allen, por ejemplo, el nuevo fichaje del equipo de Lance Armstrong, un preparador que trabajó en sus tiempos con Floyd Landis y que ha patentado unos magníficos pasteles de arroz basmati con nutella. Son nutricionistas directamente. Son otra cosa.
Alguno es hasta psiquiatra, como el hombre que marca la diferencia en el Sky, el equipo más diferente, un conjunto puesto en pie por Dave Brailsford, un especialista en convertir la energía potencial en energía cinética.
El Sky no es, en realidad, un equipo ciclista, sino una fábrica en la que el director de producción es un psiquiatra que dice a sus ciclistas que las pasiones les frenan, que la confianza en uno mismo sólo se puede construir dejando a un lado las emociones y confiando únicamente en la razón.
El psiquiatra, no psicólogo -la diferencia no son las pastillas que pueda recetar al parecer, sino el tipo de trabajo que hace para mejorar las conexiones productivas en el interior de las cabezas de sus chicos-, se llama Steve Peters y en la primera reunión del equipo británico, que, apoyado por el imperio Murdoch, quiere revolucionar el ciclismo y llevar a un británico a ganar el Tour de ahora a tres años, se dio el gusto de impresionar a los corredores, 26 de 13 nacionalidades, con un tratamiento de choque espectacular. Primero les dijo que, mientras un psicólogo les enseñaría simplemente a conducir un coche, él primero abriría la tapa del motor, les mostraría cómo funciona y después les enseñaría a manejar el volante: "Así, si hay una avería, tendréis ventaja". Después les enseñó imágenes de crímenes violentos y les dijo que él había sido psiquiatra investigador que ayudaba a la policía en casos de asesinos en serie, que había trabajado con criminales y que estaba allí para ayudarles a quitarse los chimpancés de la cabeza; para, siguiendo con los símiles zoológicos, ayudarles a ser hormigas.
Todo muy lógico, muy racional. Los chimpancés, les explicó, son las pasiones, el lado irracional de vuestro cerebro, que cuando controla a la otra mitad, al lado racional, supone un freno para vuestro desarrollo. Y vuestro objetivo es ser hormigas, comportaros como robots, saber trabajar, como las hormigas, sin preocupaciones, aceptando los obstáculos sin quejas, superándolos con una actitud positiva.
Ya maravillados de antemano tras una acogida en la concentración que les hizo sentirse a todos personas únicas, especiales -si hasta les convencieron de que sus maillots se elaborarán en Italia con un tejido cuya fórmula sería secreta-, los ciclistas meditaron el mensaje difundido e intentaron asimilarlo.
Peters no es un novato en el mundo del ciclismo, en el que su forma de hacer las cosas ya ha experimentado cierto éxito. Con Bradley Wiggins, por ejemplo. Según cuenta el propio ciclista, en su transformación de un rodador culogordo, especialista contrarreloj y en los velódromos y poco más en un corredor todoterreno capaz de terminar cuarto en el último Tour, tuvo tanto que ver el nutricionista Nigel Mitchell, que le ayudó a perder ocho kilos, como el propio Peters. Ambos, Mitchell y Peters, forman con Brailsford la cúpula del Sky como la formaron también durante años en el equipo británico de pista que tantas medallas ha conseguido. Como director, Shane Sutton un ex ciclista australiano.
Junto a Wiggins, junto al noruego Boason Hagen, que dicen que es la octava maravilla del mundo, en el Sky hay un ciclista español llamado Juan Antonio Flecha, un hombre que más que un profesional es aún un soñador, un hombre de corazón. Un ciclista cuyo combustible es la pasión, el amor, por unas carreras frías, lluviosas y duras llamadas Tour de Flandes o París-Roubaix. Su evolución será la prueba del nueve para el psiquiatra. Si el trabajo de Peters bajo el capó de su cabeza consigue que la razón fría frene los ataques de emoción de Flecha, el motor de su vida ciclista, sin echar a perder el deseo, habrá que concluir que en el Sky ni siquiera el cielo es el límite.

miércoles, 10 de febrero de 2010

LA OBSESION DE GANAR A CONTADOR



Oyéndoselo contar a Bradley Wiggins en el Times, las sesiones de entrenamiento del ciclista británico las pasadas semanas en las montañas de Mallorca debieron de ser, cuando menos, curiosas. Para que mejore como escalador, a Wiggins, un pistard reciclado, cuarto en el último Tour, estrella del supertecnológico Sky, la revolución del siglo XXI, su jefe, Dave Brailsford, le entregó un DVD con un análisis detallado de las etapas de montaña de la carrera francesa, los ataques de Alberto Contador, Andy Schleck y Lance Armstrong. Lo conoce todo de ellos: la duración de sus arrancadas, la velocidad, el tiempo del hachazo... "Y, conociéndolo, salimos a entrenarnos con un motociclista y, llegado el momento, le decimos que acelere y monte un ataque a lo Contador, a lo Schleck: 20 o 30 segundos a tope. La moto ataca y salgo a por ella", dice Wiggins, que cumplirá 30 años en abril y sueña con convertirse en el primero de su país que gana el Tour: "Contador es el mejor escalador, pero es humano, batible".
En tan insólita estrategia de entrenamiento se ligan por un lado el carácter obsesivo, compulsivo, de Wiggins y el alma perfeccionista de Brailsford, a quien, por su atención al detalle y su forma de irrumpir en el ciclismo profesional como un elefante en una cacharrería de prejuicios y malos hábitos heredados, se le podría considerar el nuevo Manolo Saiz. Otras de sus innovaciones que han fascinado al mundo del ciclismo son el diseño de los cuellos de los maillots del Sky para evitar molestos roces en la nuez o el faro del techo del autobús para que, terminadas las etapas, los corredores sepan adónde dirigirse.
Sin llegar a tanto, lo de las motos deja fascinado a Contador. "¿Que hace eso contra la moto?", pregunta incrédulo el campeón del último Tour; "en teoría, no es mala idea, pero es imposible reproducir todo lo que pasa en una carrera: el cansancio acumulado, el viento en la montaña... Y, sobre todo, el momento del ataque, para lo que cuenta tanto cómo va el que va a atacar, sus piernas, y el análisis instantáneo que hace de cómo van sus rivales estudiando sus caras, sus gestos, sus tics...".
Aún no hay máquina para tanto, pero, llegado el tiempo, Brailsford la conseguirá, seguramente, aunque le cueste tener que aguantar los sarcasmos de la gente del ciclismo de toda la vida.
Gente como Jonathan Vaughters, el director del Garmin, el equipo con el que Wiggins rozó el podio del Tour gracias a su regularidad en la montaña y con el que rompió su contrato este invierno guiado por las libras esterlinas del Sky. "Pero el Tour de 2010 no se parece en nada al de 2009, que le iba muy bien al estilo regular de Wiggins, que resistió muy bien las etapas de montaña porque casi todas consistían en una buena dosis de terreno llano y una dura subida final", dice Vaughters; "en el Tour pasado, además, la táctica de Bruyneel de frenar a Contador para que no se quedara fuera del podio Armstrong le vino muy bien. No hubo grandes batallas".
Las únicas batallas las intentaron organizar los hermanos Schleck: Andy, segundo finalmente, y Frank, quinto. Contador piensa que Andy será el rival más peligroso en 2010 y el joven luxemburgués acepta la nominación. "Contador es el mejor ciclista del mundo", dice el pequeño de los Schleck; "tendré que usar todos los medios para estar a su nivel, para progresar. Mi objetivo sigue siendo ganar el Tour".
Para progresar, Andy, quien estos días se ha bajado de la bicicleta por una tendinitis en una rodilla -la misma afección que su compañero Fuglsang, un joven, fino y extraordinario escalador danés-, también se ha empapado este invierno de los vídeos del Tour y ha llegado a una conclusión inevitable: "He comprendido que, cuando ataca en la montaña, a Contador no se le puede dejar ni un metro. Si no, estás perdido".
Lo que no dice es lo que hará para evitar que Contador -"me entreno lo mejor posible para estar más fuerte que en 2009", advierte el de Pinto- salga disparado cuando el corazón y el cuerpo se lo pidan en los Pirineos. ¿Montarse en una moto, quizás?

miércoles, 3 de febrero de 2010

HACER VIDA DEL CICLISMO


Dicen que hay estudios que su futuro no está más allá de la cola del paro que más cerca toque. Cuentan que determinadas carreras universitarias capacitan a la persona pero no al profesional. Caminos difíciles en los que asomar por cualquier hueco obliga a inacabables horas de esfuerzo, tantas veces sin recompensa. El ciclismo profesional se asemeja a estos trayectos. Días y días de kilómetros, zapatillas desgastadas, maillots y culottes rasgados, magulladuras que marcan un punto en el recuerdo. Viajes en coche, madrugones a la seis de la mañana, victorias... y derrotas.
Son muchos los que lo han intentado pero muy pocos los que han abierto el imperdible que acabará colocando un dorsal profesional en su espalda. Esta temporada tendremos muy sencillo localizar a un murciano en las carreteras: irá de negro, vestirá los colores de Caisse D´Epárgne. Sólo cuatro. Y eso que uno de ellos es de los tres mejores ciclistas del mundo, otro un diamante en bruto al que sus directores pulen con mimo año a año, el tercero un doméstico de los que todo líder quiere a su lado y el cuarto uno de los jóvenes llamados a tomar el relevo a la generación que aun capitanea el cántabro Óscar Freire.
No se crean que están ahí por ser los únicos que lo han intentado. Como siempre son más los que no llegan. Duele más cuando tus resultados muestran tu valía pero éstos resultan insuficientes para garantizar tu futuro. Y no piensen que Murcia es la excepción. Excepcionales ciclistas, excepcionales en mayúscula y con neones de colores, se encuentran ahora mismo en el paro y sin equipo en donde ejercer su profesión el próximo año. Un grupo en el que destacaría al vasco David Herrero, un corredor con instinto ganador, a un gregario de la valía de Iker Camaño, a velocistas como Javier Benítez y Joaquín Sobrino, a escaladores como Julián Sánchez Pimienta y Jaume Rovira, al imprescindible Adrián Palomares, extensión de cualquier director deportivo en una carretera o al manchego Diego Milán, considerado desde juveniles uno de los ciclistas con mayor proyección del pelotón nacional.
Nombro a estos ocho por un solo motivo: todos se encuentran todavía en el apogeo de su carrera, algunos como Milán o Sobrino todavía ni han llegado a él. Corredores que han firmado buenas temporadas estos pasados años pero a los que la desaparición de equipos y la reducción de plantilla de varios conjuntos ha dejado en la calle. Ocho corredores que deberían continuar en profesionales y que lo harían de encontrarnos años atrás.
Esta situación empuja a todo el mundo y no es ajena más que a las grandes estrellas y a los ciclistas de clase media-alta, que de todos modos también ven como les termina repercutiendo la reducción de muchos presupuestos. ¿Y los nuestros? Muchos más podrían seguir en profesionales pero, ante el ecosistema descrito, a la mayoría no les ha quedado más que recalificarse en el campo amateur, el ahora conocido como élite y sub 23.
Los profesionales del extinto Contentpolis-AMPO han encontrado una vía de escape en una categoría complicada, en la que los jóvenes pujan con descaro y en donde a los recalificados se les exige demostrar sus años de experiencia profesional. El proyecto baja un escalón y se queda en el campo aficionado, eso sí con la intención de regresar a profesionales lo antes posible. El Gobierno murciano continúa apoyando un equipo en el que estarán el yeclano Sergio Domínguez y el muleño Jesús Buendía, ambos apartados de las carreteras por dos caídas tan graves que pudieron alejarles para siempre de la práctica de este deporte. Buendía a finales de 2008 en Bélgica, en la Izegem Koerse, y Sergio Domínguez el pasado mes de septiembre en la Vuelta a España, a dos días del final y cuando ya se veía la meta en Madrid. En ambos casos la caída llegó en el mejor momento profesional del corredor. El muleño llegaba tras haber sido segundo en una vuelta por etapas en Portugal y el yeclano tras conseguir la fama en toda España por su rapidez en acoplarse a un deporte que no había sido el suyo hasta los veinte años.
Pero no son los únicos. El manchego, aunque afincado en Alhama de Murcia, Rafa Serrano también competirá en el Inverse-Murcia, lo mismo que Javier Chacón o Iván Martínez, todos con mayor o menor experiencia en el ciclismo profesional. Claudio Casas se recalifica en el Hierros Agüera y David Calatayud en el Mutualidad de Levante tras probar medio año en la categoría reina. El jumillano Salvador Guardiola también se da otra oportunidad y probará suerte en Asfaltos Guerola.
El ciclismo es un deporte en el que no es fácil labrarse un futuro, un camino en el que asomar por cualquier hueco obliga a inacabables horas de esfuerzo... pero una carrera en la que se capacita tanto a la persona como al profesional.