miércoles, 8 de mayo de 2013

PENSEMOS EN EL FUTURO

Llevo algún tiempo, quizás demasiado, apartado de un documento de Word en blanco, así que no sé realmente cómo saldrá este artículo. Lo que sí sé es que voy a dar rienda suelta a mis emociones y a mis sentimientos, y si lo que leéis de aquí en adelante os molesta lo asumiré con todas las consecuencias, aunque os prometo que lo escribo desde el más profundo amor por este incomparable deporte. Me siento capacitado para afirmar, con todo el respeto hacia el verbo amar, que amo al ciclismo. Sin embargo, por primera vez, estoy realmente harto de toda esa pandemia crónica que machaca sin piedad a todo lo que tiene que ver con las bicis de ruedas finas. Por eso, voy a intentar que mi hartazgo salga en forma de palabras mejor o peor articuladas, aunque eso moleste. Es más, quiero que moleste lo que escribo, de lo contrario seguro que no habré sido capaz de soltar lo que llevo dentro sin quedar atrapado por ese filtro de autocensura implacable que es mi propia conciencia. A los corredores que de repente tienen profundos remordimientos de consciencia y deciden contar que se doparon, les digo que “chapeau”, que hay que ser muy valiente para sacar todo eso de dentro a pesar de los consiguientes daños colaterales que conlleva a familiares, amigos, seguidores y, lo que es peor, a uno mismo. Pero también les pido, por favor, que lo hagan asumiendo todas sus declaraciones. Contar la verdad está muy bien, pero ya que casi siempre esos arrepentimientos llegan al final de sus carreras deportivas, que piensen por favor en devolver al ciclismo parte de lo que este les ha dado, que en algunos casos es mucho. Valores como el sacrificio, el trabajo en equipo, la responsabilidad, la lucha, pero también dinero. Todo eso se podría reinvertir en la formación de jóvenes que decidan practicar ciclismo de una forma limpia. Ah, y una cosa más, les ruego que recuerden contar a jueces y a periodistas que el ciclismo de hoy en día está haciendo las cosas mucho mejor y que, aunque pueda seguir existiendo algún valiente que se salte las normas, la gran mayoría de corredores no saben de lo que habláis en vuestros relatos. Así evitaréis que los que se quedan dándole a los pedales, esos que tienen todos sus sueños e ilusiones por delante, tengan que comerse ahora toda la basura que ya tuvisteis que tragar vosotros hace años, sin tener nada que ver con todo aquello. Gracias. A los periodistas abanderados de lucha anti dopaje que se convierten en altavoces de los citados arrepentidos, os doy las gracias. Seguramente sin vuestra labor nunca se hubiera llegado a conocer la verdad de un deporte que por sistema estaba haciendo las cosas mal. Y no sólo en cuestiones de doping, sino en muchas otras cosas, como la preparación, la gestión económica, la formación, etc.. Pero os pediría también, por favor, que hagáis un ejercicio de sinceridad y que nos digáis claramente si lo que os mueve es una inquietud real por pretender limpiar este deporte, o si por lo contrario se trata simplemente de vender más periódicos o captar más audiencia con un sensacionalismo simplón y cutre, que lamentablemente se ha convertido ya en toda una cultura en este país y no sólo en el mundo del deporte. Decidnos de verdad si vuestras empresas os ‘recomiendan’ dar prioridad a lo que acontece en un juicio o aireando un escándalo, antes que relatar la épica y extraordinaria batalla vivida en una competición tan hermosa e innovadora como la “Strade Bianche”. Está bien contar lo ocurrido, está bien demostrar que se es un periodista excelente al sacarle todo su pasado a algún corredor, pero tampoco está mal explicar que en la actualidad hay corredores jóvenes en el campo profesional que no han tenido nada que ver con ese pasado turbio y oscuro. Y si lo que necesitan los medios es saber si el ciclismo de antaño fue un deporte lleno de errores, no hace falta que investiguen más: todos sabemos que así fue. Pero llegado a este punto, miremos un poco más hacia adelante y un poquito menos hacia atrás, por favor. Y si pueden, acérquense a cualquiera de las concentraciones de pretemporada de un equipo ciclista y verán cómo se trabaja a destajo y qué ‘palizas’ se meten los corredores a diario para llegar en condiciones a la interminable temporada que acaba de empezar. Lo creamos o no, no se regala nada a nadie. Que sí, lo repito una vez más: el pasado del ciclismo fue un continuo despropósito y un desastre en muchos aspectos, pero ya está bien. Creo sinceramente que ya casi todos han aprendido la lección, y si todavía hay alguno por ahí que quiera jugar a ser alquimista, pues a la hoguera con él, pero no sigamos vendiendo de manera inseparable ciclismo y dopaje. Para sobrevivir sólo nos queda el futuro, y todo lo que el tiempo nos ponga por delante será una nueva oportunidad; eso sí, siempre y cuando el goteo de los atropellos constantes en las carreteras se detenga. De no ser así, aunque estos asesinatos no llenen tantas páginas de periódicos ni abran tantos telediarios, aunque nunca sepamos los nombres y apellidos o nunca veamos las caras en un juicio de aquellos que tras dar positivo por alcoholemia o por drogas se llevaron por delante a seres humanos que pedaleaban para dar vida a sus días… no tendremos ni siquiera futuro.