viernes, 9 de septiembre de 2011

CON UNA BH


Como resume el dicho, en casa del herrero, cuchara de palo. Estos días el hijo de mi vecino está aprendiendo a andar en bici sin ruedines. Ese reto, como el nadar o atarse los zapatos uno mismo, se pasa una vez en la vida, y listo. Cuesta, pero cuando se consigue da un gustazo tremendo. Estas mañanas y tardes, mientras vamos parque arriba-parque abajo, me fijo en cómo los chicos aprenden ahora a manejarse con dos ruedas y flipo en colores. Cuidado. Bicis galácticas, con cuadro de aluminio y a medida, 30 velocidades, suspensión adelante y atrás, frenos de disco, reflectantes por todos sitios. Atención también al muñeco. Casco homologado, guantes, coderas y rodilleras. Sólo falta el equipo de psicólogos que atiendan al estrés que produce el aprendizaje, el médico para atender a los golpes (no, no piensen que para dopaje) y el fisio por si hay problemas musculares. El panorama me ha resultado cuando menos llamativo.

No sé si a eso se le llamará proteccionismo excesivo, chorrez mental, modernidad, evolución o simplemente que los tiempos han cambiado. Imagino que como muchos de los amigos del blog, yo aprendí a andar en bici con una BH California. La mía era azul.Estuve con ella desde los 6 hasta casi los 13 años, cuando la tija del sillín no daba más de sí y las rodillas chocaban con el manillar hasta hacerte una herida. Con aquella BH, que pesaba un huevo y parte del otro, hice miles de kilómetros por todo mi pueblo... y en la calle de mi casa aprendí a rodar. Sin casco, ni coderas, tampoco guantes. Tú, tu bici y tu equilibrio. Si te caías, te levantabas. A tortas se aprende, claro que sí. ¿Quién no tiene una cicatriz en la rodilla, la palma de la mano, el codo o la barbilla? Son más que heridas de guerra buenos recuerdos.

Mi vecinito lleva unos días marchándose a la cama con un cardenal nuevo en cada pierna. Usa casco porque el hombre es brutico como él solo y, salvo el primer día en el que su padre le orienta en lo básico, el resto lo ha hecho por sí mismo. El padre solo se limita a mirar, y si se cae y la torta es de entidad, arriba y unos ánimos. Proteccionismos, los justos gracias. El verano se termina, y chaval ya sabe andar él solo. A este paso creo que pronto tendremos un nuevo ciclista en mi calle o eso espero. Ojala algún día no muy lejano, acuda a mi y me pida que salga a entrenar con él, sería una gozada la verdad.

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