domingo, 27 de julio de 2008

ADICCIÓN

Por alguna de esas extrañas circunstancias que en ocasiones se producen en la vida, y que nunca terminas de comprender del todo, sin comerlo ni beberlo, me he regalado un “maquinón”, una bicicleta espectacular y yo que pensaba que después de veinticuatro años mamando ciclismo, detalles como este pasarían casi desapercibidos en lo más profundo de mi ser, resulta que vuelvo a estar igual de ilusionado que cuando hace casi diecisiete años mis padres me regalaron aquella majestuosa Reynolds 535 de seis velocidades mi primera bicicleta. Entonces, recuerdo que al despertar cada mañana me acercaba al garaje a comprobar si mi tesoro seguía allí. Ahora, veintitantos años más tarde, sigo acerándome al sótano a disfrutar como un niño contemplando mi nueva joya.
Quizás no sea el mejor momento para comparar este deporte con una droga, pero lo cierto es que cuando caes en sus garras, engancha un huevo. Sin apenas percatarte, de repente, pasas a ser un adicto consumidor ya sea activo o pasivo, de todo lo que rezume ciclismo. Los hay enganchados a la fibra de carbono, al titanio, al Tour, a la Vuelta, a los adoquines, a los puertos, a las series, a las marchas, a los paseos dominicales, o simplemente a la bici estática. Todos unos yonquis todos necesitados de su dosis “velocipédica” para quitarse el mono. Confesaré un secreto: en una ocasión, hace algunos años, intente desengancharme y curar mi adicción a las bicicletas distanciándome de este perverso pero bendito deporte. No lo conseguí. Tan sólo pude soportarlo durante seis meses y esos interminables ciento ochenta días fueros suficientes para que cambiara mi estado de animo, para que la tristeza invadiese mi cuerpo, para que mi vida perdiese del todo el sentido. Afortunadamente, las extrañas circunstancias a las que hacía mención al comienzo, me brindaron la oportunidad de volver. Y aquí estoy, más feliz que unas pascuas, enganchado a mi adicción y de nuevo metido en el pelotón. Pero ahora tengo muy clara una cosa: por mucho que anden los que se pongan a tirar en cabeza del grupo, les va a costar muchísimo descolgarme de nuevo, y si por una de aquellas lo consiguen, lucharé con todas mis fuerzas para no apearme nunca de mi “maquinón”, una bicicleta espectacular.

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