lunes, 13 de septiembre de 2010

SOMOS DE OTRA PASTA


No es porque el ciclismo sea mi deporte, pero siempre he pensado que hay deportistas, y ciclistas. Son (pondría un somos, pero yo estoy a otro nivel, soy cicloturista) una especie diferente. Nada ni nadie les (nos) para. El ejemplo más claro lo hemos visto esta tarde en la Vuelta a España, cuando el líder -Igor Antón- ha sufrido una espeluznante caída a más de 70 por hora cuando, tras un mal gesto, se le ha ido la rueda delantera y se ha metido un guantazo de impresión. Cuando uno se va al suelo a esa velocidad es como si en cada revolcón por el asfalto te dejaras un pedazo de piel y de carne. En el momento, estás en caliente y sientes el quemazón de las heridas, no te enteras; lo peor viene a las horas cuando todo tu cuerpo es una colección de ronchones de piel quemada y carne viva. Antón, el que aparece en la foto, se ha puesto de pie medio aturdido, con el maillot y el culotte destrozado, sangrando por todos sitios y aún así quería seguir. Se ha subido a la bici, pero al segundo ha desistido, tenía el codo roto. Adiós a la Vuelta, al liderato y a un gran sueño.
Si han visto el vídeo o las imágenes, fíjense cómo en ningún momento Antón ni jura, ni se lamenta, ni siquiera llora. Y cuando ve que ya no puede seguir en carrera se quita el casco y las zapatillas con resignación, y se va al coche del equipo. Allí le vendan de urgencia, y cuando se acerca a la cámara hace un gesto con la cara como de otro año será, qué le voy a hacer yo, y levanta el pulgar como hizo Alonso en su día para decirle al mundo que estaba bien. Esa misma tarde lo han mandado al hospital de Cruces, donde a las 11 de la noche ha sido intervenido de urgencia para rehacerle el codo. Antes de entrar en el quirófano, este chaval ha dicho "la vida me ha dado muchos golpes y más duros que éste, el año que viene volveré a la Vuelta más fuerte aún".
Conozco a muchos ciclistas, y si por algo me enganchó este deporte es porque quienes lo aman (mos) y practican (mos) jamás se dan (mos) por vencidos, nunca hay un no por respuesta, siempre se vuelve para resarcirse de las heridas y las derrotas. El caso de Antón tendrá su repercusión en los medios porque era el líder de una de las grandes después de ganárselo a pulso, como le sucedió al llorado y querido Luis Ocaña en el Tour de 1971. Todos los días en muchas carreras, también en entrenamientos, muchos ciclistas y cicloturistas se caen, se accidentan o sufren sin que nadie lo sepa ni trascienda. Todos ellos, los conocidos y los anónimos, los que cobran bien y no tan bien o los que hacen esto por simple gusto, siempre se levantan, aquí nadie se queda agarrándose la pierna retorciéndose en la hierba como si se murieran, ni se pide el cambio, porque tampoco lo hay. No son, no somos masocas, nos han hecho así. Amamos la bicicleta, amamos el ciclismo y no conocemos la derrota.

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