sábado, 19 de enero de 2013

CARTA DE UN EX CICLISTA PROFESIONAL-CASO ARMSTRONG

Armstrong es un muñeco roto. El Dios ha muerto y ahora, una vez que ha reconocido la verdad lo castigarán como el peor malhechor que jamás haya existido en el deporte. Lo convertirán en un personaje deleznable. Solo les quedará llevarlo al corredor de la muerte con esposas y grilletes incluidos. En este linchamiento público lo han despojado de toda dignidad y algunos no le permitirían tan siquiera respirar. Pero Lance Armstrong es una víctima. Víctima sí. Víctima de su arrogancia, de su mentira, pero sobre todo, víctima del corrupto sistema que ha permanecido demasiado tiempo en el ciclismo. La mentira no existe para el mentiroso. El corrupto no se corrompe. Es su realidad. Su verdad. Y el ciclismo ha vivido bajo la espiral de la corrupción y la mentira. Desde siempre diría yo, pero sobre todo desde la década de los noventa. Según ha quedado sobradamente demostrado el dopaje nunca ha sido tan homogéneo ni ha estado tan extendido como en esos años. Por eso la gran mayoría de los ciclistas de esa época fueron victimas de un sistema que favorecía, que exigía el dopaje. Armstrong también. Ni más ni menos que otros. En esa época el dopaje no tenía las connotaciones actuales. Estaba aceptado. Se creía necesario. No tenía matices de engaño. No tenía carga moral. Era lo normal. Algo que venía del pasado, un desarrollo natural. No había culpables. Y todos lo eran, a la vez: sponsors, managers, directores, masajistas y, cómo no, corredores. Todos participaban en el mismo juego. Con las mismas reglas de juego. Todo contentos. Lance Armstrong, su generación, y algunas anteriores y posteriores crecieron y se educaron en ese ambiente. No lo inventaron. No lo escogieron. Les vino dado. El fantasma del dopaje los engullió sin tiempo ni capacidad para reflexionar. Se podrían haber negado. Utopía. Nadie lo hizo. Alguna rara excepción. Para confirmar la regla, sin más. ¿Acaso no nos obliga esta hipócrita sociedad a cumplir con costumbres y leyes que condenamos?. ¿No vivimos bajo el yugo de un capitalismo salvaje que nos lleva a la perdición? ¿ No somos esclavos de la economía y sociedad de mercado? ¿Víctimas del sistema? Escapar de la trinchera del dopaje era mucho más difícil. Cuando uno, con 20-22 años llega al mundo profesional, a ese mundo de ensueño, es casi imposible decir que no. Nadie se enfrenta a lo establecido. Menos si no hay sentimiento de culpa. Todos caen en la trampa. La conciencia no pesa: “todos los hacen”. Punto. Adelante. Por tanto, ¿por qué es Lance Armstrong más culpable que nadie?. Es culpable. Así lo ha reconocido públicamente. Pero no es más culpable que nadie. Un poco de seriedad y memoria es suficiente para darse cuenta de que él no inventó el dopaje sistemático. Ni que utilizó productos más sofisticados que otros. Vayamos a la hemeroteca. ¿Fue acaso Lance Armstrong el primero en acudir a Michele Ferrari para hacerse cargo de su preparación?. No. ¿El único?. No. Sigamos leyendo. Repasemos las acusaciones de Jesús Manzano, excorredor del Kelme. Los productos y sistemas que detalló el corredor español son idénticos a los que ha hecho mención la USADA. Idénticos. No hay diferencia ni en los productos ni en su uso. Todo igual. El problema es que Manzano pertenece al país más bananero en cuanto a temas de dopaje y sus acusaciones cayeron en saco roto. Además, no creen, que si las corruptas actuaciones de Lance Armstrong hubieran perjudicado al resto de corredores, no acudirían todos y cada uno de ellos al juzgado a rendir cuentas ahora que se ha demostrado su dopaje. Dinero y títulos. Tranquilos, nadie lo hará. Todos eran victimas del mismo sistema. Casi todos. A Armstrong ya le han quitado los siete títulos del Tour de Francia. Le solicitan el dinero recaudado fraudulentamente. Y él acepta su culpa y las consecuencias que se derivan de ella. ¿Pero harán lo mismo con los segundos puestos de Jan Ullrich? ¿Y los podiums de Basso?. Y el resto de ciclistas, ¿estaban limpios?. Todas las investigaciones que se han llevado a cabo y las que aún están en curso indican lo contrario. Luego, ¿por qué debe ser Lance Armstrong el único culpable? Repito. Es culpable. Pero no el único culpable. Esa acusación es desproporcionada. Todos eran víctimas. Todos, en la misma medida. Todo lo que se ha dicho es grave. La situación lo era. Pero ahora se puede hablar de ello. Todo se ha sabido. Todo. Hay pruebas. Antes no. Hubo quien intentó destapar a Lance Armstrong. El periodista David Walsh fue a los juzgados. Perdió. Y su periódico tuvo que pagar una indemnización al ciclista. En Estados Unidos iniciaron una investigación federal. La archivaron. La verdad estaba en posesión de los ciclistas. Antes, para acusar a alguien de dopaje solo existían los controles. Negativo. La UCI reconoció que no eran suficientemente efectivos. Pero no había más. Pero tampoco hagamos crítica fácil contra la UCI. No por esa razón. La UCI utilizó de forma pionera todos los avances científicos que había, pero no era suficiente. La eficacia ha llegado más tarde, obligada por una situación tremenda. La autodestrucción. Los controles no han variado en exceso. Ha cambiado el sistema. El pasaporte biológico, los controles por sorpresa, el sistema ADAMS, la presión social, la cultura…, pero en aquella época eso era impensable. Imposible. Aún ahora se habla de la violación del derecho a la intimidad que asiste al corredor. Si lo hubieran implantado entonces, los hubieran llevado directamente al tribunal de la Haya. Declarado todo esto, alguien podrá pensar que defiendo ese sistema, el dopaje. Nada más lejos de la realidad. Soy partidario de la tolerancia cero y del castigo. También del perdón. Jamás me pongo como ejemplo. En este caso lo voy a hacer. Fui ciclista profesional en esa época y fui uno de los más perjudicados por ese sistema. Jamás me dopé. Pero lo hubiera hecho. Cuando me ví en una situación difícil yo mismo solicité productos prohibidos. Los tuve en la mano. No los tomé. Si lo hubiera hecho seguro que no hubiera padecido las anemias que padecía. Quizás hubiera ganado alguna carrera. En alguna ocasión no anduve muy lejos. Pero seguro que hubiera rendido mejor. Sin duda. Pero pese a no hacerlo, me considero culpable. Culpable moral. Porque me hubiera dopado. Me faltó tiempo. Era víctima del sistema. Como Lance Armstrong. Como casi todos. De Lance Armstrong se puede decir lo que se quiera. Ha sido arrogante, faltón, falso, prepotente, ha abusado de poder, ha cometido perjurio, todo lo que se quiera, pero aunque sea de forma obligada ha reconocido su culpa y ha pedido perdón. Está arrepentido y cumplirá con todas las consecuencias que conlleva este caso. Se encuentra en las alcantarillas de la vida. No puede caer más bajo. Pero no ha acusado a nadie. En la entrevista ha tenido un comportamiento señorial. Bastante más que aquellos que lo acusaron y que otros muchos que siendo tan culpables o víctimas como él, aún permanecen en silencio.

1 comentario:

C.R.A. DE AYLLÓN dijo...

Buen Articulo. Felicidades.
Aunque no estoy de acuerdo en una cosa: pienso que Armstrong no está arrepentido, ni mucho menos. Tú mismo lo dices; es arrogante y se siente mejor que los demás. El arrepentimiento, símplemente no va con él. Sólo ha sido Cazado, y maneja la situación lo mejor que puede. Se comporta como un vagabundo al que pegan una paliza en el suelo entre varias personas. Hace lo que sea para evitar los golpes, pide clemencia, se protege, y si no lo consigue, finalmente de deja ir porque ya ni siente dolor. Claro que el vagabundo no sabe porqué a él le pasa esto (en realidad es una victima inocente)... Ni Lance tampoco (desde su visión arrogante, el piensa que porqué le ha tocado a él).
¿Esto es injusto?, no lo creo. Cada uno al final ha de ser responsable de sus actos (aunque cada uno mismo se crea inocente). Lo que es injusto es que no se aplique el mismo rasero para todos.
¿Cabeza de Turco? Pues sí, pero eso no implica que sea inocente. Desde este punto de vista, también es injusto que en la lotería sólo le toque a una persona entre millones. Son las reglas del juego.
Jose Ramón Arribas Nieto.